Viernes 29 de agosto

 

No dejen de amarse unos a otros como hermanos.

 

Hebreos 13,1

 

Tengo la suerte de tener varios hermanos, y aunque nos vemos muy de vez en cuando por vivir lejos unos de otros, cada vez que nos podemos visitar o comunicarnos: antes por carta o teléfono, ahora por mensaje o video llamada, sentimos que somos familia; que tenemos un vínculo, que nos importa cómo está el otro, cómo se siente, si tiene problemas o alegrías.
Así deberíamos considerar a todas las personas de nuestro entorno, ya que todas son hijos de Dios y eso nos convierte en hermanos. Este es motivo para sentir empatía, especialmente con aquellos que nos rodean y con quienes interactuamos frecuentemente. A veces nos resulta muy difícil sentirnos hermanos de nuestros vecinos, colegas de trabajo y otras personas con las que nos relacionamos, pero que no fueron elegidas por nosotros para esa relación. Muchas veces nos resulta complicado el trato con otros: ¿cómo sentirlos hermanos? ¿Cómo mantener una actitud fraternal si el otro nos rechaza, nos agrede o muestra indiferencia? Es difícil, pero es lo que Dios nos pide. Amar a todos los seres humanos, mostrarnos amables con ellos, desearles bienestar, incluirlos en nuestras oraciones y ayudarlos en cuanto sea posible.
Querido Dios: Que podamos mostrar amor en nuestras relaciones cotidianas y que tu amor se refleje en nuestras acciones. Que nos importe si los que nos rodean tienen dificultades y que nos alegremos con ellos cuando les va bien. Por Jesús, tu hijo, que al hacerse hombre se hizo hermano de todos nosotros, te lo pedimos. Amén.

 

Beatriz M. Gunzelmann

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print