No dejen de amarse unos a otros como hermanos.
Hebreos 13,1
Tengo la suerte de tener varios hermanos, y aunque nos vemos muy de vez en cuando por vivir lejos unos de otros, cada vez que nos podemos visitar o comunicarnos: antes por carta o teléfono, ahora por mensaje o video llamada, sentimos que somos familia; que tenemos un vínculo, que nos importa cómo está el otro, cómo se siente, si tiene problemas o alegrías.
Así deberíamos considerar a todas las personas de nuestro entorno, ya que todas son hijos de Dios y eso nos convierte en hermanos. Este es motivo para sentir empatía, especialmente con aquellos que nos rodean y con quienes interactuamos frecuentemente. A veces nos resulta muy difícil sentirnos hermanos de nuestros vecinos, colegas de trabajo y otras personas con las que nos relacionamos, pero que no fueron elegidas por nosotros para esa relación. Muchas veces nos resulta complicado el trato con otros: ¿cómo sentirlos hermanos? ¿Cómo mantener una actitud fraternal si el otro nos rechaza, nos agrede o muestra indiferencia? Es difícil, pero es lo que Dios nos pide. Amar a todos los seres humanos, mostrarnos amables con ellos, desearles bienestar, incluirlos en nuestras oraciones y ayudarlos en cuanto sea posible.
Querido Dios: Que podamos mostrar amor en nuestras relaciones cotidianas y que tu amor se refleje en nuestras acciones. Que nos importe si los que nos rodean tienen dificultades y que nos alegremos con ellos cuando les va bien. Por Jesús, tu hijo, que al hacerse hombre se hizo hermano de todos nosotros, te lo pedimos. Amén.
Beatriz M. Gunzelmann