Las naciones verán tu justicia, todos los reyes contemplarán tu gloria. Entonces tendrás un nombre nuevo, que el Señor mismo te dará.
Isaías 62,1-3

Este capítulo, por su contenido, está estrechamente unido al anterior, pues en ambos se trata de la salvación que se avecina sobre Jerusalén, la cual entrará en relaciones especiales con Yahvé como esposa amada, de modo que no se verá de nuevo entregada a los enemigos.
Cuando dice “un nombre nuevo” hace referencia a un nuevo significado, un cambio radical en la suerte que experimentará Israel. Su situación será tan singular que le dará un nombre nuevo que refleje su dignidad. Será el mismo Yahvé quien determine este nombre, pues sólo Él es capaz de medir la nueva dignidad de Sión entre las naciones.
El celo de Isaías por su nación y su deseo de ver finalizada la obra de salvación provocó que orara sin cesar, esperando así la salvación de Israel.
Debemos tener el mismo celo que tuvo Isaías, para procurar que se haga la voluntad de Dios.
Esto es lo que queremos decir cuando oramos: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra». Es bueno seguir orando con insistencia por los demás.
“Tu palabra oh Santo Dios, es del cielo el magno don, que me enseña con verdad tu divina voluntad, y me dice lo que soy, de quien vine y a quien voy”.

Vania Zanow

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