Él hablará palabras contra el Altísimo y oprimirá a los santos del Altísimo. Intentará cambiar las festividades y la ley (…) Pero el tribunal se sentará, y le será quitado su dominio para ser exterminado y destruido por completo.
Daniel 7,25-26
“Cambia, todo cambia” dice una canción. Cambia la naturaleza, las personas, los objetos, la vida misma con sus momentos, las relaciones… A veces los cambios se dan de manera natural, porque así tiene que ser, porque así son o tienen lugar las cosas. Por ejemplo el ciclo de las estaciones, las adaptaciones de los pueblos a las nuevas situaciones. Otras veces los cambios vienen de afuera, son por causas externas, modificando las cosas para evitar un cambio mayor y drástico. Por ejemplo, ante una epidemia es necesario cambiar hábitos para que no se sigan dando contagios, ante el avance humano la naturaleza busca meterse en ese mundo.
Hay cambios que vienen de afuera impuestos por la fuerza. Lo que se busca cambiar –naturaleza, personas, comunidades- no importan como tales, lo que sientan, lo que les pase. Importa el uso que se le dé a lo que fue cambiado. Que la tierra produzca y produzca sin importar sus ciclos. Que un pueblo esté “a disposición” de otro sin importar las condiciones de vida. Cambiar, para usar y abusar, y luego desechar.
Todo cambia, dice la canción, excepto el amor, el recuerdo y el dolor del pueblo, de la gente, podríamos agregar de la naturaleza. A todo eso Dios lo tiene presente y mantiene su promesa de vida abundante, plena, eterna.
Mónica Hillmann
Daniel 7,16-28