Agripa le contestó: “Por poco me convences de que me haga cristiano”.
Hechos 26,28
Agripa fue llevado por las palabras de Pablo a que olvidara por un momento que se encontraba ante un acusado, para escuchar al otro Pablo, al que no está peleando por librarse de sus cadenas o por salvar su vida, sino al que está realizando su tarea de apóstol. Luego (Hechos 26,29-30), Agripa afirmará que el testimonio del apóstol sería suficiente para liberarlo de la cárcel y la muerte, pero que esto no se puede hacer porque el propio Pablo había solicitado de antemano ser juzgado por el emperador.
Pablo seguirá preso un tiempo, por propia decisión. Pero su testimonio público se está realizando y produce, aún con sorpresa, su efecto en quienes están ante él con el único propósito de juzgarle.
A veces descubrimos el propósito de nuestra vida ante Dios, lo sostenemos y perseguimos hasta alcanzarlo. En otras ocasiones tenemos claridad del lugar a dónde deseamos llegar, pero el tiempo y las energías que invertimos en otras cosas, también exageradamente en nosotros mismos, no nos dejan posibilidad de vivir y hacer aquello que es más importante, lo que es nuestra misión.
Pablo aparentaba defenderse, parecía estar dentro de un juicio en que se jugaba la vida. En apariencia esto era lo más importante, la prioridad de su vida. Sin embargo para sorpresa de nuestro cálculo y lógica humana, Pablo no mostró ninguna preocupación en salvarse a sí mismo. De ninguna manera. Todo el tiempo buscó que sus adversarios y jueces se salvaran y creyeran en el Resucitado. Él ya se salvó y ahora se esfuerza en que esto les suceda a los demás. Ahí está lo importante. Amén.
Delcio Källsten
Hechos 26,24-32