Viernes 31 de enero

 

Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Y si tengo el don de profecía, y entiendo todos los de signios secretos de Dios, y sé todas las cosas, y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Y si reparto entre los pobres todo lo que posea, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve.

 

1 Corintios 13,1-3

 

Los ejemplos podrían seguir engrosando la lista que elaboró Pablo para explicarle a la comunidad de Corinto algo que es sencillo de comprender, pero no siempre fácil de ejercer cuando realizamos nuestras acciones: el amor. Los seres humanos quizás tendemos a romantizar el ejercicio del amor cuando suponemos, por ejemplo, que el amor es sinónimo de permiso total.
Lo que Pablo indica a la comunidad de Corinto es que el motivo subjetivo, la fuerza que genera las acciones, debe basarse en el amor, ya que de lo contrario carecen de sentido. Sin dudas, la indicación está en consonancia con lo esencial del cristianismo. ¿Por qué importa tanto, entonces, no sólo las buenas acciones para los cristianos, sino que además las mismas sean hechas con amor? Porque cuando actuamos desde el amor, nuestras acciones son especiales, cuidadosas, respetuosas y con intención protectora. Así como Pablo transmitía este mensaje a la comunidad cristiana de Corinto, nosotros, como seguidores de Jesucristo, debemos recordar que todas nuestras acciones deben estar motivadas por el amor, porque de nada servirán los esfuerzos si la forma en la que hacemos las cosas no está motivada desde el amor.

 

David Cela Heffel

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print