Son descendientes de Israel, y Dios los adoptó como hijos.
Romanos 9,4a
Cuentan que había una vez un niño pequeño que vivía solo y al darse cuenta que era muy pequeño para cuidar de sí, decidió ponerse en camino para buscar una mamá. En el camino se encontró a un gato, un osito de peluche, una gallina de hojalata y un anciano, a quienes les pidió ser su mamá, pero ellos le contestaron que no era posible. Entonces, apareció una mamá que se llevó a todos a una casa.
A los pocos días, el niño salió en busca de un papá; primero se lo propuso a un caballo, después a un conejo y, por último a un granjero, que aceptó. Ahora todos viven juntos formando una curiosa familia… (Resumen del cuento infantil “¡Adiós, pequeño!” escrito por Janet y Allan Ahlberg).
Dios, como Padre y Madre, adopta al pueblo que necesita contención, atención y cuidado. Ese Dios creador nos enseña de varias formas el valor de su guía y protección.
Aunque se trate del que nos creó, no siempre tenemos tan en claro que podemos volver a nuestro hogar, por eso su adopción nos ofrece la posibilidad de buscar lo que nos falta, de desahogarnos, descansar, compartir y fortalecernos junto a Él.
Vayamos junto con Él; sirvamos al mundo, pueblo de Dios. Obremos para que reinen en nuestro tiempo la paz y el amor. (Canto y Fe N° 149)
Jhonatan Schubert
Romanos 9,1-4a