Conozco a un seguidor de Cristo que hace catorce años fue llevado al tercer cielo (no sé si en el cuerpo o fuera del cuerpo; Dios lo sabe). Y sé que este hombre (no sé si en el cuerpo o aparte del cuerpo; Dios lo sabe) fue llevado al paraíso y escuchó cosas indecibles que a los humanos no se nos permite expresar. De tal hombre podría hacer alarde, pero de mí no haré alarde sino de mis debilidades.
2 Corintios 12,2-5

Por lo que parece, los corintios ya sufrían lo que hoy se conoce como síndrome FOMO (Fear of Missing Out – Miedo a perderse algo), un tipo de ansiedad social caracterizado por la búsqueda constante de estar en conexión con información, eventos, experiencias o decisiones que podrían mejorar la propia vida.
Dado que la sociedad corintia parecía en su mayoría adherir al lema “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”, es comprensible que los corintios mostraran una gran disposición hacia cualquier novedad religiosa o filosófica. Esto también explica el éxito de lo que Pablo denomina «superapóstoles» (2 Corintios 11, 5) -oradores muy hábiles con conocimientos aparentemente sobrenaturales.
En este sentido, Pablo podría haber tenido una oportunidad fácil en Corinto con su mensaje novedoso, el evangelio. Especialmente si lo hubiera promocionado con su conocimiento excepcional y difícil de expresar en palabras humanas. Sin embargo, no lo hizo de esa manera.
Pablo no quiso alimentar la ansiedad de los corintios con sus conocimientos extraordinarios, en cambio, se propuso “no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de este crucificado” (1 Corintios 2:2) y entregarles una novedad completamente inaudita y liberadora de toda ansiedad: “el mensaje de la cruz, que es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios” (1 Corintios 1, 18).

Michael Nachtrab

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