Eliseo le dijo: “¿Y en qué te puedo ayudar? Dime qué es lo que tienes en casa.”

La viuda dijo: “Esta sierva tuya no tiene en casa más que una vasija de aceite.”

2 Reyes 4,2

Viajamos de regreso de celebrar un culto con varias familias en el campo. Ya de noche, por caminos de campo, se para el motor del Ami 8. Por allí no pasaba nadie. ¿Quién podría ayudar? En el auto, entre otros, los cuatro chiquitos. Caminé unos kilómetros hacia una luz que se veía a lo lejos.

Al llegar, unos hombres en un galpón me reciben: “¿en qué le puedo ayudar?” De inmediato sacan su tractor, un bidón de nafta, y vamos rumbo al auto. Le cargan la nafta que habían traído, pero el motor no arranca… Pronto encuentran el defecto, y podemos seguir viaje. “¿Cuánto les debo?”, pregunto. Pero, aparte de sólo aceptar nuestro agradecimiento aun quieren ayudarnos con dinero por si tuviéramos otra necesidad.

Otra experiencia, casi insignificante: había comprado unas naranjas. Al seguir caminando se fue rompiendo la bolsita, y las naranjas rodaron por la vereda. En seguida se para una señora, abre su bolso y me acerca otra bolsita de polietileno.

Pequeños incidentes en que recibí una respuesta concreta a la pregunta “¿Y en qué le puedo ayudar?”

¡Qué fortalecidos salimos de tales grandes y pequeñas ayudas recibidas! Ocasiones como esas se nos presentan a diario, – es cuestión de estar atentos y dispuestos.

Dieter Kunz

2 Reyes 4,1-7

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