El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados.

1 Juan 4,10

Se hace difícil poder dimensionar un amor así: tan grande, tan generoso, tan desinteresado.
Cuesta entender que a pesar de todos nuestros olvidos, nuestros desvíos, nuestras imperfecciones, Dios decidiera enviar igual a su Hijo a dar la vida para que nosotros fuésemos perdonados.
Reconocimiento y gratitud deberían ser una constante en nuestras vidas marcadas por la pequeñez y la fragilidad.
Reconocimiento y gratitud a Dios por ese acto tan enorme de llegar primero a nosotros, incluso mucho antes de conocer y entender de su presencia en nuestras vidas.
Cabría preguntarse: ¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Cómo demostramos en el día a día que somos amados/as desde siempre y para siempre?
Quiera Dios seguir trabajando en nosotros como un artesano trabaja con su arcilla hasta darle la forma deseada. Quiera Dios ayudarnos a buscar y alcanzar esa perfección y santidad para ser cada día mejores creyentes. Más dóciles, más humildes, más auténticos, más consagrados.
Quiera Dios darnos un corazón más tierno para poder amar con la misma intensidad con que él nos ama. Amén.
Júzganos, Padre, y al juzgar perdona, que en tu perdón hallemos libertad, y no hay fronteras que tu amor no cruce por liberar a nuestra humanidad. (Canto y Fe Nº 207)

Stella Maris Frizs

1 Juan 4, 7-16

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print