Cuando los que estaban con él se dieron cuenta de lo que pasaba, le dijeron: Señor, ¿echamos mano a la espada?

Lucas 22,49

En el contexto del relato en que nuestro Señor Jesucristo es entregado y traicionado, en la última noche que está con sus discípulos, ellos quieren intentar resistirse a su arresto, lo que hubiera sido de alguna manera también una condena anticipada de Jesús si él dejaba que pasara eso. Hubiera sido contradecir su ministerio, sus enseñanzas, ya que Jesús mostró hasta último momento una gran coherencia con su ministerio.

¡Qué fácil es solucionar todo con la violencia! ¡Qué fácil es echar más violencia a la violencia! Esto ya viene de largo tiempo, como se muestra en el texto. Viene desde que los seres humanos hemos sido creados, y lo único que logramos por ese camino es que se genere más violencia y más odio, haciéndose una espiral que no tiene fin.

¿Será que preferimos la violencia a pensar y luchar contra las causas que la generan? ¿Preferimos pedir mano dura y más policías, y no darnos cuenta de que los pobres y marginados son los que más sufren la violencia de los poderosos y de la sociedad?

Como decía un poeta: “Que cuando los seres humanos queremos resolver todo con violencia retrocedemos en cuatro patas”. Aunque cada día tengo más certezas de que los animales sienten más amor y son más pacíficos que nosotros.

El camino que eligió Jesús fue el camino más largo y más difícil, pero fue el camino del amor, el camino de Dios, el de mirar de otra manera.

Que Dios nos ilumine para trabajar por la paz, frente a tantos que piden espadas.

Javier Gross

Lucas 22,47-53

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