Ni la esposa es dueña de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposo, ni el esposo es dueño de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposa.

1 Corintios 7,4

En los actuales tiempos en que hay mucha tendencia a la liberalidad y al individualismo, en donde el sentido es que cada uno haga lo que quiera o lo que desea hacer.

Esto se da tanto en las ideas como en la forma de cuidar nuestro cuerpo. El llamado de atención del apóstol Pablo es muy interesante. La entrega en la pareja debe ser total tanto desde sus sentimientos como de su cuerpo. Y Jesús reafirma esa unidad en el matrimonio cuando dice: “por eso el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos sino una sola

persona”. (Mateo19,5-6)

Pensar y vivir como una sola persona, un proyecto de vida en comunión, en amor y en respeto. No es fácil aplicar lo que nos dice el apóstol Pablo en tiempos en que se insiste en que cada uno disfrute de su cuerpo y de sus deseos personales. Vemos cada vez menos compromisos reales y legales y muchas veces se dan situaciones de convivencia de hecho sin crear lazos legales o de compromiso ante Dios.

Esto se da muchas veces por miedo a perder ciertas condiciones de libertad y evitar la responsabilidad de un compromiso. Esto se da porque se piensa demasiado en forma egoísta, en sus deseos, en sus propios proyectos y metas.

Jesús, y el apóstol Pablo, nos desafían a pensar de a dos, a comprometerse en un proyecto en común, de a dos. Siempre va a ser un desafío constante de diálogo, comprensión, entendimiento, respeto mutuo. No es fácil pero tiene su beneficio porque también las dificultades y los desafíos serán sobrellevados de a dos, así como las responsabilidades serán compartidas y la alegría de la unión hace que no nos sintamos solos, sin compañía, sintiéndonos acompañados y felices.

Oremos: Dios, te pedimos que como esposos y esposas podamos pensar y vivir de a dos comprometidos con un proyecto en sintonía con la promesa realizada con la persona elegida. Amén. 

1 Corintios 7,1-9

Arturo Heil

 

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