Convertiré las tierras secas del desierto en un jardín, como el jardín que el Señor plantó en Edén.
Isaías 51,1-3
Dios habla a su gente, a la comunidad, llevando consuelo en la boca del profeta Isaías.
Le habla a un pueblo que vive en el exilio, que a causa de sus errores y de su ambición terminó siendo derrotado, con sus bienes y tierras saqueadas y hasta las personas esclavizadas y llevadas fuera de su país, apresados en el gran imperio babilónico.
Dios le hace una promesa a quienes quieren vivir con rectitud y le buscan. Yo convertiré la tierra seca del desierto en un jardín.
Ellos conocen muy bien el desierto porque han vivido ahí, saben que es difícil convertir el desierto en jardín, es difícil pero con trabajo se puede, y saben también que si no hay trabajo aunque hayan logrado un vergel sin presencia se vuelve a convertir en desierto.
Con esta imagen Dios quiere hacerles y hacernos saber a quienes viven en rectitud y le buscan, que su presencia es capaz de hacer germinar la vida en abundancia donde sea que su pueblo esté reunido.
Que así sea.
Cristina La Motte