Meditaré en tus preceptos y pondré mi atención en tus caminos. Me alegraré con tus leyes y no me olvidaré de tu palabra.
Salmo 119,15-16
Resultan muy desafiantes las acciones que propone el salmista, algo así como una receta o serie de instrucciones para acercarnos a los textos bíblicos. Meditar, poner atención: otras versiones dicen regocijar, considerar. Esos verbos implican leer y releer, poner en contexto de producción y de recepción al texto bíblico como también relacionarlo con nuestra cotidianidad. En otras palabras, llevar adelante una tarea de reflexión profunda.
Eso es lo opuesto a interpretar los textos de manera literal, tajante y exacta, es decir, tal cual está escrito. En más de una oportunidad ese tipo de lectura trajo varios dolores de cabeza: ¡cuánta violencia hubo que soportar porque “están unidos hasta que la muerte los separe”! O discriminación hacia quienes tenían una enfermedad o dolencia. Es verdad que existen muchos textos que nos levantan el ánimo y orientan en la vida; por ejemplo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4,13) o el Salmo 23, incluso palabras de Jesús: “En el mundo tendréis aflicción pero confiad” (Juan 16,33), “pidan y se les dará” (Mateo 7,7). Pero una mala lectura puede dañar mucho.
Por ello es fundamental que podamos acercarnos a la Biblia, de manera individual o comunitaria, en nuestra casa o en el grupo de estudio bíblico, con la orientación de un ministro o con la ayuda de un buen comentario. Pero tenerla presente y leerla atentamente.
En la Escritura encontramos luz para nuestro camino, nos guía por donde andamos para marcar el destino. En la Biblia hallamos manantial de vida, fuente que ilumina, tu Palabra llama al que está en tinieblas, y al ser predicada no vuelve vacía. (Canto y Fe Nº 432)
Susana Carolina Plem
Salmo 119, 13-16
Tema: Biblia
Plem, Susana Carolina, profesora de Lengua y Literatura, Iglesia Evangélica del Río de la Plata, Crespo, Entre Ríos, Argentina.
