¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho!
Salmo 118,17
El Salmo 118 es un canto de gratitud y alabanza a Dios por su presencia liberadora de una persona que pasó por grandes dificultades, pero las venció. El salmista reconoce la presencia bondadosa y misericordiosa de Dios en su vida, presencia que ha sido su fuerza y salvación. En el tiempo pascual celebramos la buena nueva de que el amor y la justicia de Dios vencieron la muerte y la violencia, y que Dios no nos abandona en nuestras “muertes”. Aunque podamos enfrentar dificultades, fracasos y desafíos en la vida, podemos tener la seguridad de que Dios está con nosotros y nosotras, y que Él es nuestra salvación.
Dice el salmista: “¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho!” Hace un tiempo, una de las participantes del grupo de mujeres solicitó en la oración de intercesión que oráramos por su nieta, que entraba a la maternidad para dar a luz a su bisnieta que venía con ciertas complicaciones, según el parte médico. Oramos juntas; clamamos a Dios por su presencia y cuidado durante el parto para con la madre y la bebé. Por la gracia de Dios, todo salió bien; la bebé nació fuerte y sana. Cuando volvimos a encontrarnos, lo primero que expresó la bisabuela fue su alegría y gratitud a Dios por lo que había hecho en la vida de su nieta y bisnieta. Ciertamente, como esta bisabuela, muchas son las razones para dar gracias a Dios: ¿expresamos nuestra gratitud y damos testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas?
En este tiempo pascual, somos invitados e invitadas a ser testigos de la resurrección. Por lo tanto, es un tiempo donde somos llamados y llamadas a proclamar lo que Dios ha hecho con nosotros y nosotras, a fin de que otros y otras puedan también reconocer la presencia viva de Cristo en sus vidas. Vivamos este tiempo pascual en gratitud, dando testimonio y celebrando la resurrección de Jesús y su promesa de salvación. Amén.
Izani Bruch
