4° domingo de Pascua (Jubilate)

El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad. Tengo derecho de darla y de volver a recibirla. Esto es lo que ordenó mi Padre.

Juan 10,17-18

Estas palabras revelan cómo la voluntad de Dios estuvo presente en cada paso que dio nuestro señor Jesucristo. En todas las sanaciones y todos los milagros Jesús siempre dejó en claro que no era él quien hacia el milagro sino que la voluntad de Dios que se manifestaba en él, y este texto aclara que el juicio de Pilatos y la traición de Judas eran parte de los designios de Dios para llevar a Jesús a la cruz y para que luego abriera el camino para la vida eterna mediante su resurrección.

En muchas ocasiones nos suceden cosas que no son de nuestro agrado y nos preguntamos: ¿por qué me pasa esto? O ¿por qué me pasa lo otro? Pero la mayoría de las veces nos olvidamos que la voluntad de Dios se está manifestando en nuestra vida y muchas veces pasamos por malos ratos para aprender, reflexionar, para cambiar nuestro modo de vida.

Dios permanentemente nos sacude y nos llama a cumplir su voluntad de amar al prójimo, de amarnos a nosotros mismos y de amar a Dios. Solo necesitamos entender qué camino debemos seguir, cosa que Jesús tenía muy claro, sabía que su misión era una de las más impresionantes jamás vista y aún así con un final que parecía doloroso pero que finalmente resultó en el perdón de nuestros pecados, para darnos una oportunidad de ser buenos hijos de Dios.

Daniel E. Heil Schreiner

Salmo 23; Hechos 4,5-12; 1 Juan 3,16-24; Juan 10,11-18

Agenda Evangélica: Salmo 66,1-9; Génesis 1,1-4a(4b-25)26-28(29-30); 2,1-4a; Hechos 17,22-34 (P); Juan 15,1-8

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