14° domingo después de Pentecostés, 22° en el año
Nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro al hombre. Lo que sale del corazón del hombre es lo que lo hace impuro.
Marcos 7,15
La pregunta acerca de la pureza es algo que atraviesa la sociedad de distintas maneras: en el caso del texto bíblico es el cumplimiento de determinados ritos, como el lavado de manos antes de comer. También conocemos las políticas de purificaciones raciales a través del Holocausto, genocidios, del apartheid, en la Argentina la famosa Conquista del Desierto en la Patagonia. La temática de la pureza racial se ha manifestado en la historia una y otra vez de maneras brutales y perversas, pero puede manifestarse también de maneras mucho más sutiles: en la discriminación hacia los pueblos originarios, en el desprecio hacia aquellos que son considerados étnicamente inferiores y en las expresiones discriminatorias hacia personas de tez más oscura.
En ese sentido es siempre bueno tener presente que Jesús nos enfatiza que el valor del ser humano reside en el hecho de haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza y, por tal razón, nadie se puede arrogar el derecho de decir que es mejor que otro/a o más puro que otro/a. Nada de nuestras condiciones externas como origen étnico, condición social y económica, pertenencia religiosa u orientación sexual cambia en algo nuestra condición de seres humanos creados por Dios en su inmensa capacidad creadora pero a la vez infinitamente necesitados de su gracia. Que esta verdad acerca del valor de la vida de todos los seres humanos se traduzca en acciones en favor de los demás sin discriminación de nadie.
Padre bueno que me escuchas, necesito tu perdón; por tu gracia y tu clemencia dame un nuevo corazón. (Canto y Fe Nº 120)
Sonia Andrea Skupch
Salmo 15; Deuteronomio 4,1-2.6-9; Santiago 1,17-27; Marcos 7,1-8.14-15.21-23
Agenda Evangélica: Salmo 112; Levítico 19,1-3.13-18.33-34; 1 Juan 4,7-12; Lucas 10,25-37; Génesis 4,1-16a (P)
