6° domingo de Pascua (Rogate)
Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho.
Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.
Esto, pues, es lo que les mando: Que se amen unos a otros.
Juan 15,15-17
Para darles sentido a estas palabras es necesario ponerlas en contexto. Jesús usa la parábola de la vid como una metáfora (una imagen, un relato que deja enseñanza). Jesús habló en parábolas para acercarse a la gente, con relatos sencillos que todas las personas podían imaginar y aplicar en sus vidas y entorno. Con esto en la mente y corazón podemos entender que el labrador es Dios, la vid es Jesús, nosotros y nosotras somos los pámpanos, y los frutos son lo que hacemos por Dios, su reino y el prójimo.
Si nos acercamos al texto bíblico podemos recibir con alegría y gozo esta elección especial y tan íntima de Jesús que nos llama amigos. La cercanía con el Maestro es un vínculo de amor, ya no somos siervos (en el sentido de obedecer) sino amigos y amigas cercanos en amor y confianza.
Pienso en especial en la importancia de la amistad y de trabajar en red, así como en la viña.
La elección de Jesús de hacernos sus amigos tiene un mandato, una guía y un sostén: “que se amen unos a otros”.
Oración: Es por medio de tu amor que te conocimos Dios de bondad, ayúdanos a sostenernos en este don precioso. Queremos dar frutos y compartir esta vida que de vos nos llega, sé nuestro auxilio para poder ser amigos de la creación. Gracias por llamarnos amigos y amigas, gracias por las cotidianas bendiciones. Amén.
Mariela Pereyra
Salmo 98; Hechos 10,44-48; 1 Juan 5-1-6; Juan 15,9-17
Agenda Evangélica: Salmo 95,1-7a; Éxodo 32,7-14; 1 Tim 2,1-6a; Lucas 11,1-4(5-13); Eclesiástico 35,16-22a (P)
