Amán entró, y el rey le preguntó: “¿Qué debe hacerse al hombre a quien el rey quiere honrar?” Amán se dijo a sí mismo: “¿Y a quién va a querer honrar el rey sino a mí?” Así que respondió: “Para ese hombre deberá traerse la misma túnica que usa Su Majestad, y un caballo de los que Su Majestad monta, que lleve en su cabeza una corona real. La túnica y el caballo se entregarán a uno de los más grandes personajes del gobierno, para que él… lo conduzca a caballo por la plaza de la ciudad, gritando delante de él: “¡Así se trata al hombre a quien el rey quiere honrar!” Entonces el rey dijo a Amán: “Pues date prisa, toma la túnica y el caballo… y haz eso mismo con el judío Mardoqueo.”
Ester 6,6-10
¡Ay, Amán, qué ironía la de tu historia! Tramabas exterminar a los judíos del imperio y odiabas a Mardoqueo por no inclinarse ante tu paso. Habías preparado una horca para matarlo.
Pero, casualmente el rey Asuero pidió que le leyeran los hechos importantes de la nación, descubriendo que Mardoqueo había desenmascarado un complot para asesinar al rey. Éste se sentía en deuda y por eso resolvió recompensarlo. Pensaste que la recompensa sería para vos e hiciste una propuesta pomposa y extravagante.
¡Cómo se te caía la cara de vergüenza cuando comprendiste que el homenaje era para Mardoqueo!
Recuerdo las palabras de Jesús, quien varios siglos después declaró: “El que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.” (Lucas 14,11) Y: “También han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo les digo: ‘Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen.’ Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo…” (Mateo 5,43-45)
¡Ay, Amán! Allí comenzó tu ruina. Deberías haber depuesto la soberbia y tu repudio hacia tus hermanos de otra raza, otra fe, otras convicciones y costumbres, que solo trataban de ser fieles al Dios de sus antepasados.
Bernardo Raúl Spretz
Ester 6,1-14
