Miércoles 15 de enero

 

Por amor a ti, Sión, no me quedaré callado; por amor a ti, Jerusalén, no descansaré hasta que tu victoria brille como el amanecer y tu salvación como una antorcha encendida. Las naciones verán tu salvación, todos los reyes verán tu gloria. Entonces tendrás un nombre nuevo que el Señor mismo te dará.

 

Isaías 62,1–2

 

El texto habla de la importancia de amar y también del deber de comprometernos con nuestro país y sus ciudades. Isaías demuestra su amor incondicional y profundo por Jerusalén, no sólo por su ciudad, sino por los propósitos y las promesas de Dios. Cuando nos comprometemos a amar y cuidar nuestras ciudades, nos convertimos en instrumentos para el cumplimiento de los propósitos divinos de Dios y en las bendiciones para la humanidad. ¿Cómo está nuestro mundo? Cuánta injusticia, cuánta miseria, cuánto dolor a causa de las guerras, los intereses personales, donde la seguridad humana, la seguridad alimentaria, la armonía y la paz son tesoros difíciles de encontrar en estos tiempos; el sufrimiento es igual que el de Jerusalén en tiempos del profeta.
En Cristo tenemos esperanza en el amor que Dios tiene por nuestros pueblos. Podemos poner nuestro mundo en manos de Dios, trabajar y orar, haciendo lo mejor que podamos para su bienestar.
Oremos: Señor, gracias por tu amor incondicional mostrado a tus hijos. Ahora que vivimos en un mundo fragmentado, en tiempos angustiosos, de indiferencia ante las necesidades de los demás, haz que nuestro compromiso sea el servicio y la solidaridad, para trabajar en unidad y alcanzar los lazos de amor, justicia, convivencia y paz, y que el amor sea luz y guía para pueblos y naciones. Unifica nuestras vidas a la tuya para poder vivir en comunión y comunidad. Te lo imploro en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

Julio Cesar Caballero

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