Pero los jefes les dijeron: “Nosotros les hemos jurado por el Señor,
el Dios de Israel, que no los mataríamos. Por eso, ahora no podemos hacerles nada. Tenemos que dejarlos vivir, porque si rompemos el juramento, Dios se enojará con nosotros.”
Josué 9,19-20
Josué era muy conocido en toda la región por sus conquistas, estrategias y por el Dios que adoraba. Fue así que vinieron a él tribus vecinas (Gabaonitas), pero que lo engañaron diciendo que venían de lejos, por lo que Josué hizo un pacto de paz con ellos comprometiéndose a perdonarles la vida, así también los demás jefes israelitas juraron hacer lo mismo. (v. 15)
Pero fiel al dicho que las mentiras tienen patas cortas, la noticia del engaño pronto se supo y los israelitas despechados por ello fueron a buscar a los gabaonitas para atacarlos. Pero no les hicieron daño porque habían jurado por el Señor que no los matarían, y que si lo hacían Dios se enojaría con ellos.
Esta fidelidad al juramento es digna de resaltar. Un juramento que lleva a renunciar a los propios intereses de dominio y conquista en favor de la vida de un pueblo. La memoria viva de sus dirigentes que no se olvidan de las promesas y juramentos hechos, que los cumplen a pesar de que el pueblo murmure en su contra.
Un texto que nos interpela ante los muchos pactos, promesas y juramentos en la actualidad. También nosotros solemos escuchar juramentos de políticos al momento de asumir sus cargos que invocan a Dios, juran sobre los Santos Evangelios, prometiendo cumplir y hacer cumplir la Constitución, y asumiendo el rigor que si así no lo hacen, Dios y la patria les demanden…
Pero con tristeza vemos como en la mayoría de los casos el viento se lleva esas palabras de juramento… El respeto a la palabra empeñada caduca rápido y pronto ante los intereses y las conveniencias, terminando en la corrupción, la mentira, el engaño, por la que luego el pueblo sufre.
Que Dios nos bendiga en el camino a la obediencia y respeto a su pacto…
Hilario Tech
Josué 9,1-27
