Miércoles 28 de mayo

Hechos 1,8

Las cosas parecen estar fuera de control. Quiero destacar: (1) El crecimiento de las consecuencias del cambio climático, con sus diferentes variables. Este cambio ya está entre nosotros desde hace tiempo, y ahora se destaca la rapidez con la cual se despliegan fenómenos asociados que no estamos preparados para afrontar (inundaciones, sequías, vientos huracanados, contaminación, enfermedades, entre otros). (2) La continuidad de guerras en distintos lugares del globo, que muestra un desprecio tanto de quienes empuñan las armas como de quienes las fabrican. (3) Los millones de migrantes que buscan un hogar. Y, detrás de todo, se halla una mirada cómplice, corta y egoísta que privilegia los propios intereses y favorece la cronicidad de las miserias.

Muchas personas creen que estamos cerca del fin de los tiempos. No lo sé, pero puedo afirmar que, mientras tanto, tenemos muchas cosas buenas por hacer. Esas cosas buenas son las que dan visibilidad a nuestra fe. No podemos simplemente sentarnos y mirar la degradación sistemática y continua de lo que Dios ha creado. Tenemos una tarea y tenemos una presencia de lo alto que se manifiesta de manera discreta en nuestra respiración: el Espíritu de Dios, que aleteaba sobre las aguas en el caos primordial (Génesis 1,2). El Espíritu trabaja horas extras para evitar que nos tape el agua y para abrirnos a una nueva manera de vivir ligados en la misma casa. Somos parte de la creación y podemos actuar con responsabilidad y diligencia para salvaguardar lo creado. Debemos ser parteros y parteras de una nueva creación que ponga orden y cuidado donde las cosas se salieron de control. Seguimos, como testigos, a quien dio su vida y confía en nosotros y nosotras. Seguimos a Jesús, que sufrió el rechazo y la incomprensión, bebió la copa amarga y resucitó.

Querido Dios, danos tu Espíritu para ser tus testigos en tiempos difíciles. Guíanos hacia relaciones que cuiden y sostengan la vida. Amén.