Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá.
Mateo 7,7
Tal vez ocurra que estemos tan traspasados por la realidad, los noticieros, que, en cuanto a este tema de “pedir” y “que nos sea dado”, nos retumba un poco en los oídos. Sucede que escuchamos, vemos o somos afectados por una gran parte de personas que “piden”, con marchas, interrupción del tránsito, del transporte, de calles, para que se las escuche y se les acceda a sus reclamos de más salarios, derechos o subsidios.
Como contrapartida está el otro sector de la sociedad, cansado de “padecer” la visibilización del problema de los anteriores. Éstos consideran que trabajan y se esfuerzan. Por eso también piden justicia por la asfixia impositiva que soportan.
Nadie está conforme. Y como cristianos debemos mirar con sensibilidad a todos los actores.
Pedir a Dios en este día, nos quiera remitir a la confianza, a la certeza de recibir lo que necesitamos, sin perjudicar al conjunto, porque es Dios quien provee y sostiene.
Sabemos lo que es “llamar a la puerta” buscando empleo, salud, amis-tad, y que nos reciban. Conocemos lo que significa “buscar” respuestas, amor, paz, algo muy querido y valioso, y “encontrarlo”, re-encontrarse con alguien, con uno mismo, enderezarse en la vida.
Estos milagros se producen porque es Dios quien está escuchando y respondiendo a la fe de sus hijos e hijas.
Es obvio que no debemos pedir a Dios aquello que nosotros mismos podemos y debemos resolver. Y que siempre debemos orar por aquello que concuerde con la voluntad de Dios y no con nuestros intereses personales y egoístas. Debemos hacerlo “en el espíritu de Cristo”, quien nos enseña a buscar primero el reino de Dios y su justicia, pues lo demás nos será añadido.
Gracias, Señor, por la alegría que nos da saber que nuestra oración no necesita del escándalo ni del reproche para ser escuchada y respon-dida por ti. Amén.
Patricia Haydée Yung
Mateo 7,7-11