Jesús les dijo: “¡Soy yo, no tengan miedo!”
Juan 6,21
“No tengas miedo”, “No tengan miedo”, frases sumamente frecuentes en toda la Biblia. El miedo paraliza, nos perjudica e incluso daña nuestra salud. Pero no es tan sencillo dejarlo de lado como una prenda de ropa con una inscripción chocante. El miedo es una de nuestras emociones básicas. Las diferentes emociones nos permiten adaptarnos a las situaciones y los hechos que nos rodean, enfrentarlos y superarlos. El miedo surge cuando percibimos la amenaza de un peligro. Esto provoca ansiedad e inseguridad. Emociones emparentadas con el miedo son el pánico, el pavor y el terror. Ante situaciones que nos producen miedo, buscamos resguardo, seguridad y protección.
Si las emociones nos permiten adaptarnos, solucionar problemas, ordenar prioridades, comprender, relacionarnos, protegernos y sobrevivir, ellas son realmente fundamentales para nuestra vida. Si asimismo pueden ayudarnos a comprender al prójimo, sentir con él y actuar positivamente, son también fundamentales para una convivencia sana y feliz en familia, comunidad y sociedad. Así podemos tomar las emociones no solo como mecanismos de adaptación, defensa y sobrevivencia, sino preguntarnos si acaso tienen fuerzas que nos permiten mejorar nuestra convivencia en el sentido cristiano.
Juan 6,16-21 habla del miedo de los discípulos en medio de alborotadas oleadas y un fuerte viento en el lago de Genesaret. Y, además, ven que Jesús viene caminando sobre el agua – ¿cómo no van a tener miedo? Ahí actúa Jesús. Se da a conocer y ayuda a superar el miedo. Los discípulos aceptan la palabra firme de su Maestro y confían en él. La presencia de Jesús calma las turbulencias interiores y exteriores y el viaje llega a buen destino. Del pánico a la confianza por Jesús – eso no solo suena bien, sino que ayuda a enfrentar tormentas. ¿Nos animamos a confiar en Jesús en nuestras turbulencias?
René Krüger
Juan 6,16-21
