El Reino que Dios nos da, no puede ser movido. Demos gracias por esto, y adoremos a Dios con la devoción y reverencia que le agradan.

Hebreos 12,28

Querido/a hermana/o en la fe: En la introducción a la carta a los Hebreos, se nos sugiere entre otros aspectos, que la misma fue escrita a una comunidad en “estado de debilitamiento espiritual”. Aunque se presume cuáles podrían ser algunas de las causantes: persecuciones u otras dificultades internas que habían puesto en peligro la fidelidad al evangelio… se destaca que el propósito de la misma es iluminar, fortalecer la fe y animarlos.

Qué necesario y significativo es en este día para nuestras vidas personales y comunitarias, también para nuestra sociedad, volver a abrazar ese desafío. Y por eso invito a poner la mirada en lo que las palabras nos expresan: “el Reino que Dios nos da” nos llama a pensar en el orden transitorio de lo que vivimos, pensamos y hacemos, en contraste con ese nuevo orden en el que Jesús nos ha introducido.

Vivimos en un mundo que constantemente impone su propio orden, por cierto muy diferente al orden en el que Jesús vivió y ofrendó su vida. Nuestra sociedad constantemente promueve el egoísmo, individualismo, el consumismo, lo ligero y descartable. Sin embargo la fe se fundamenta en un Reino que busca promover la solidaridad, el compartir, el compromiso profundo con la necesidad del otro, de la otra, la misericordia y el perdón. Sin duda que éstos son valores que precisan de un compromiso constante. Y esto es justamente lo que quiere promover la palabra de Dios hoy en nuestras vidas. Somos bendecidos/as por poder reconocer que Dios ha comenzado un Reino distinto, su presencia necesita hacerse más visible aún. Y nos invita a tener un corazón agradecido en palabras y acciones. De esta manera, sentiremos la cercanía de Dios en nuestras vidas, la presencia de Dios, en medio de su pueblo. Como comparte el himno, sea hoy nuestra la oración: Oh santo, eterno Dios. Alzamos nuestra voz en gratitud por lo que tú nos das en sin igual amor, hallando nuestra paz en ti, Señor.

Marisa Andrea Hunzicker

Hebreos 12,18 -29

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