Mientras haya entre ustedes envidias y discordias, es que todavía son débiles y actúan con criterios puramente humanos.
1 Corintios 3,3
El apóstol Pablo nos presenta en esta epístola a dos tipos diferentes de creyentes: los creyentes a los que denomina «carnales», que actúan dominados por su propia naturaleza, con criterios humanos, apelando a sus propias fuerzas; y a los que llama «espirituales», o sea, aquellos que son guiados por el Espíritu que los fortalece.
Celos, contiendas y divisiones son acciones compatibles con la naturaleza carnal del ser humano. Pablo insta a esta comunidad a dejar atrás esa fe infantil, inmadura, que hace que esos creyentes no puedan controlar las tentaciones de una vida permisiva y se comporten como quienes no pueden dominar sus temperamentos y se vean involucrados en luchas y divisiones.
Para Pablo el fruto del Espíritu es visible en el servicio cristiano y en el tipo de vida que un cristiano debe llevar. Claramente esto era un problema en la comunidad de Corintios, que habiendo recibido el evangelio de Cristo y su Espíritu Santo no estaban todos revestidos de Cristo. Por eso, Pablo les dice: “no puedo hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo”.
La advertencia de Pablo nos insta también a nosotros a analizar la madurez de nuestra propia fe y vida cristiana que profesamos en comunidad.
Somos uno en Espíritu, y en el Señor / somos uno en Espíritu y en el Señor / y rogamos que un día sea total nuestra unión / y que somos cristianos lo sabrán / lo sabrán, porque unidos estamos en amor.
Wagner Gabriel Enrique
1 Corintios 3,1-4