Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de Él; todo está claramente expuesta ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas.
Hebreos 4,13

El texto nos señala la inutilidad de intentar esconderse de Dios. Adán y Eva intentaron esconderse de Dios después de haber pecado en el Edén (Génesis 3, 8–10). Caín trató de ocultarle a Dios el asesinato de Abel (Génesis 4, 9). Jonás se escondió en un barco (Jonás 1, 1–4). Todo lo que pensamos que está oculto, Dios lo ve con claridad, incluidos nuestros propios pensamientos y motivaciones. De hecho, podemos engañar a otras personas e incluso podemos engañarnos a nosotros mismos, pero no podemos engañar a Dios.
Nadie está más allá del conocimiento de Dios. Debemos acercarnos a Dios, a través de Cristo, con fe en nuestra salvación.
Dios se solidariza con nuestras luchas internas y externas, algo que tiene una importancia crucial para la fe cristiana: podemos buscar misericordia y perdón, con confianza de que Dios comprende nuestros defectos. Por lo que, no debemos de tener miedo de acercarnos con nuestros miedos, fracasos y necesidades.
Justamente porque Dios nos ve con claridad absoluta y meridiana y conoce lo que está en lo más profundo de nuestro corazón, es que podemos aspirar a su perdón, consuelo y amor.
Que su palabra ilumine nuestro diario caminar y que la oración junto con un sincero arrepentimiento nos acerquen cada día más al perdón y al amor infinitos del Padre.
Tengamos la certeza de que Dios está actuando y nos sostiene. No temamos.
¡Oh Señor, te imploramos, ayúdanos a revivir nuestra confianza en ti!

Karina Arntzen

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